Terror en Timbúes: una comerciante fue asaltada y denunció abandono total por parte de la policía y la Guardia Urbana

Un violento asalto a mano armada ocurrió en las primeras horas de la madrugada de este domingo en una vivienda de avenida San Martín 578, en la localidad de Timbúes. En el lugar también funciona la tienda de ropa “La Dulce”, propiedad de Diana Reynoso, quien fue la víctima del hecho.

Según relató, vivió más de una hora de terror junto a su hijo, un joven con discapacidad, mientras un grupo de delincuentes recorría la casa con total impunidad. Pero lo que más indignación le generó no fue solo el robo millonario, sino el abandono que sufrió por parte de las fuerzas de seguridad.

Según Diana, los delincuentes ingresaron cerca de la una de la mañana tras cortar los fierros de una ventana. Uno de ellos logró abrir la puerta principal desde adentro. Una vez en el interior de la casa, dos hombres vestidos con ropa oscura y camperones similares a uniformes de trabajo comenzaron a revisar cada rincón del lugar, incluso el baño, en busca de dinero. «Revolvieron toda la casa con toda la tranquilidad del mundo«, señaló. Llevaban una linterna y desde el primer momento la amenazaron: “Quédate piola o te quemo el pendejo”, le dijeron, dejando en claro que sabían de la presencia de su hijo Agustín.

La mujer aseguró que los delincuentes se comunicaban entre ellos pasándose un revólver, mientras revisaban frazadas, muebles, ropa y todo lo que encontraban. Le exigían más plata, pese a que ya habían encontrado 15 millones de pesos, entre ahorros y dinero destinado a un viaje de compras a Buenos Aires que pensaba realizar esa misma noche. También se llevaron la recaudación semanal de la tienda, gorritas, su celular, las llaves de la moto y hasta la llave del auto.

Los delincuentes ingresar por la parte posterior de la vivienda tras forzar una reja

Durante más de una hora, Diana vivió con el temor de que despertaran a su hijo y le hicieran daño. “De mí dependía que no le hicieran nada”, recordó. En un momento, uno de los ladrones anunció que irían a revisar la habitación del joven. Fue entonces cuando, en un acto desesperado, logró zafar una mano de las ataduras hechas con su propia ropa y, con los pies aún atados, se dirigió hasta la tienda. Allí abrió la puerta y comenzó a pedir ayuda a los gritos. Pasaban camiones por la avenida, pero ninguno se detuvo. Solo una joven del barrio reaccionó. Corrió buscando ayuda porque la policía no le respondía a sus llamados telefónicos.

Minutos después, un grupo de jovencitos que acudieron en su ayuda rompió el candado de la tienda y entró con Diana a la vivienda. Ella gritaba por su hijo. Al escuchar su voz desde la habitación, supo que estaba bien y que no lo habían lastimado. Fue uno de los pocos momentos de alivio en esa noche de terror.

Inseguridad y falta de respuestas

Sin embargo, la pesadilla no terminó allí. Lo más grave, según denuncia Diana, fue la completa falta de respuesta de las autoridades. La Guardia Urbana pasó de casualidad por el lugar del atraco y el agente que se presentó ni siquiera pudo comunicarse con su superior. “Le pedí que llame al jefe de seguridad y me dijo que no lo atendía”, expresó con indignación.

Decidida a hacer algo, Diana fue hasta la comisaría del pueblo, pero la encontró cerrada. Golpeó durante varios minutos hasta que una agente, visiblemente dormida, le abrió. Para ese entonces ya eran cerca de las cuatro de la madrugada. Asegura que solo en ese momento comenzaron a tomarle la denuncia.

La víctima pidió ayuda a los gritos desde el interior de su tienda

La situación generó en ella un sentimiento de total desprotección. “Nadie me iba a defender, nadie me iba a escuchar”, lamentó. Señaló además que, en vez de preocuparse por su seguridad, un policía llegó a cuestionar a su empleada sobre la cantidad de dinero que tenía: “Me parece raro que facture tanta plata con la tienda”, habría dicho, según relató Diana.

Tras el asalto, la comerciante se vio obligada a recorrer distintos barrios buscando ayuda para su hijo, mientras un patrullero la seguía. «Me dijeron que tenían que ir donde yo fuera«, comentó con ironía. También se dirigió en persona, descalza y en camisón, hasta la casa del presidente comunal Antonio Fiorenza, donde estuvo más de 20 minutos golpeando y gritando para lograr que alguien actuara.

A pesar del trauma y la pérdida económica —que incluyó no solo sus ahorros, sino también el dinero para comprar mercadería—, Diana que ya vivió la pérdida de un hijo, se mostró resiliente. “Si me levanté de la muerte de un hijo, me voy a levantar de un robo”, afirmó. Sin embargo, no ocultó la preocupación por el futuro: “Lo que más me jode es que no tengo plata para seguir trabajando. No sé cómo duermo ahora en mi casa”.

Su testimonio no solo refleja la brutalidad del robo, sino también la sensación generalizada de abandono e inseguridad que viven muchos vecinos de Timbúes. En una comunidad donde la policía duerme y la Guardia Urbana no responde, el miedo parece haber encontrado terreno fértil.

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