San Lorenzo, ciudad histórica y emblemática de la región, vive desde hace años bajo la sombra de la violencia machista, enraizada en un sistema de complicidades que excede las esferas personales y se inserta en lo político, lo económico y lo institucional.
Este 25 de noviembre, en el marco del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, reflexionamos sobre tres casos que han marcado profundamente a esta comunidad y que exponen un patrón inquietante de violencia y encubrimiento: la desaparición de Paula Perassi, el accionar de la banda de la “Mamu” y el femicidio de Sofía Delgado.
El caso Perassi: 13 años de silencio y lucha
El 18 de septiembre de 2011, Paula Perassi desapareció en circunstancias que involucran no solo a su entorno personal, sino también a poderosos actores locales. Paula, embarazada de Gabriel Strumia, fue obligada a interrumpir su embarazo contra su voluntad, según indican las sospechas. Su desaparición es la punta de un iceberg de encubrimiento policial, complicidad judicial y pactos de silencio que persisten hasta hoy, mil veces denunciado por Alberto Perassi, el incansable luchador por encontrar los restos de su hija.
A pesar de las condenas por privación ilegítima de la libertad, el cuerpo de Paula nunca fue encontrado. Su mensaje final, lleno de miedo y desesperación, es un grito que todavía resuena en una sociedad que ha fallado en protegerla.
La “Mamu”: narcotráfico, trata y complicidad estatal
Un entramado que combina prostitución, drogas y complicidad policial y política. Encabezada por Miriam Norma Soto, alias la «Mamu», la banda se sostenía gracias a la protección de sectores clave, incluyendo supuestos vínculos con el intendente Leonardo Raimundo.
La denuncia de una víctima de trata expuso la impunidad de esta red, donde el poder político local habría facilitado la continuidad de actividades ilícitas. La inacción judicial frente a las solicitudes de los fiscales demuestra cómo el sistema permite que estas organizaciones sigan operando sin consecuencias.
Sofía Delgado: un pacto de sangre que desnuda la misoginia extrema
El femicidio de Sofía Delgado, cometido con premeditación y sadismo por tres hombres, refleja la cara más atroz de la violencia de género. Con el cuerpo hallado trece días después en una zona rural, el caso dejó al descubierto no solo el horror del crimen, sino también un sistema que permitió que dos mujeres sean imputadas por encubrimiento, reforzando el ciclo de impunidad y complicidad.
La pregunta es: ¿por qué San Lorenzo?
Los tres casos comparten algo más que la violencia hacia las mujeres: el poder económico, político y policial que permite, justifica y encubre estas atrocidades. La presencia de empresarios, funcionarios y fuerzas de seguridad como piezas clave de estos entramados revela que habría instituciones profundamente contaminadas por una cultura patriarcal que sostiene la violencia estructural.
San Lorenzo no es una excepción, pero sí un síntoma extremo de una realidad nacional donde las conexiones entre violencia de género y poder son ineludibles. ¿Cuánto de esta violencia podría haberse prevenido si las instituciones funcionaran para proteger, en lugar de perpetuar los privilegios de unos pocos?
Pero hay un rayo de esperanza
Frente a la complicidad institucional, la sociedad civil ha asumido un rol crucial en la búsqueda de justicia. Marchas, actos conmemorativos y colectivos feministas han mantenido viva la memoria de Paula, Sofía y de las víctimas de la banda de la “Mamu”.
San Lorenzo está herida, pero no vencida. La indignación social, expresada en plazas y calles, no solo recuerda a quienes ya no están, sino que exige respuestas y transforma el dolor en acción. Porque la justicia que no llega desde arriba se construye desde abajo, con la fuerza de quienes no se rinden.
En este 25N, recordemos que el cambio empieza con el reclamo colectivo y la persistencia de una comunidad que no quiere callar más. San Lorenzo clama por justicia, y su lucha es también la nuestra.