Silvia es dueña de una verdulería ubicada en la esquina de Ledesma y Avenida San Martín, barrio Díaz Vélez, de San Lorenzo. Allí trabaja cada día, desde muy temprano y pese a enfrentar severos problemas de salud. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo cotidiano, su realidad se ve constantemente golpeada por la inseguridad. Este martes, su local fue nuevamente blanco de un robo. Es uno más, entre tantos.
Durante la madrugada, un delincuente violentó la puerta del comercio y logró ingresar al lugar, llevándose mercadería y herramientas de trabajo. “Tengo todos los vidrios reventados, lloro enseguida porque tengo mucha bronca. Soy mujer, estoy sola. A mí me cuesta un montón. Hoy en día la situación no está tan bien, y cuando empiezo a repuntar, vuelvo a tener otro robo”, expresó conmovida Silvia, en diálogo con DATA365.
El hecho quedó registrado en las cámaras de videovigilancia que tiene instaladas en el local. Según pudo observar, el ladrón actuó durante más de media hora y se llevó todo lo que pudo en bolsas de consorcio: mercadería de almacén, un horno eléctrico, una olla, una freidora y un microondas, entre otros elementos. “Estuvo desde las dos y veinticinco hasta las tres de la mañana acá adentro. El loco entra gateando con capucha y me desconecta internet”, relató.
Cansada y en medio de una crisis de nervios, Silvia decidió cortar parcialmente el tránsito por Avenida San Martín. Lo hizo sola, quemando tarimas frente a su local para visibilizar su situación. “La gente tiene que saber que yo estoy cansada. Ya no doy más. Son muchos robos. No alcanzo a arreglar una cosa que me están rompiendo otra y no da el presupuesto”, explicó.
La comerciante aclara que no tiene reproches hacia la policía de la jurisdicción que, en este caso, corresponde a la comisaría Séptima. “La policía conmigo colabora, me cuida. Pero no sé si es por parte de los fiscales que los liberan. Estamos en tierra de nadie”, señaló, apuntando directamente a la Justicia. “Tenemos que cambiar las leyes porque esto es tierra de nadie. No me quejo de la policía porque sé que andan. Pero acá el problema viene de más arriba”, agregó.
Silvia asegura que ya sufrió múltiples robos en los últimos meses, incluso durante el horario comercial. “Estando con una empleada, nos entró un conocido delincuente y nos robó mercadería delante de nuestras caras. Lo corrimos, la policía lo agarró, pero me dijeron que, si yo le pegaba, me iban a procesar a mí. Lo liberaron enseguida porque tenía 17 años. Ahora ya tiene 18 y sigue robando”, relató con indignación.
El contexto en el que se encuentra su comercio agrava la situación: “Enfrente hay una casa vacía, al lado una ferretería que está cerrada, y del otro lado un muchacho que viaja mucho. Esta parte está totalmente liberada. Antes había una distribuidora de bebidas, pero la cerraron por la cantidad de robos. Era un fin de semana a mí, un fin de semana a él”, recordó.
Además de la preocupación por los robos, Silvia debe lidiar con el deterioro físico. Es una mujer con discapacidad, diagnosticada con artritis reumatoidea, pero aun así trabaja desde muy temprano cada día. “Podría estar tirada, que el gobierno me mantenga porque soy discapacitada. Pero mientras yo pueda seguir levantándome, lo voy a hacer. Yo quiero trabajar”, subrayó.
Tras el nuevo ataque, Silvia no solo debe reponer lo robado, sino también afrontar nuevos gastos para reparar los daños: soldar puertas, reforzar rejas, reponer equipos. “Yo venía juntando el dinero para pagar el alquiler a la inmobiliaria. El hombre me bancó un montón, pero ahora otra vez tengo que usar esa plata para arreglar todo esto. No podés salir a flote nunca”, lamentó.
A pesar de todo, y con el dolor visible en su voz, Silvia insiste en que quiere seguir adelante. “Estoy cansada de que me roben mi esfuerzo, mi trabajo. Esto te tira para atrás. Pero tengo que seguir trabajando”.
El testimonio de Silvia es el reflejo de una realidad que atraviesan muchos comerciantes, en barrios donde la inseguridad se volvió rutina y la Justicia parece no estar a la altura. Mientras tanto, ella sigue detrás del mostrador, resistiendo como puede.